
Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano, nacido en el pueblo extremeño de Medellín en 1485, es uno de los grandes protagonistas de la Historia del descubrimiento y conquista de América. Símbolo de toda una época, de una forma de entender la Vida y el honor, fue el modelo a seguir por muchos aventureros y soldados españoles que se adentraban en las desconocidas tierras del Nuevo Mundo.
Soldado y funcionario, capitán y estudioso humanista, tuvo una vida intensa y arriesgada, en la que no dudó en enfrentarse a todo tipo de peligros sólo por el fin de lograr la gloria y la fama, perpetuando su nombre por uno de los hechos de armas más grandiosos de la historia: la conquista del gigantesco imperio azteca.
- La España que modeló la personalidad de Cortés
- ¿Por qué Hernán Cortés marchó a América?
- Sus primeros años en el Nuevo Mundo
- Testigo del esplendor de las grandes ciudades mayas
- Quiahuiztlán: Cortés se convierte en líder de los totonecas
- En las tierras de la Confederación de Tlaxcala
- La joya que custodiaba el Valle de México: Tenochtitlán
- La Matanza del Templo Mayor y la Noche Triste
- Cortés culmina su sueño: la conquista de Tenochtitlán
Te invitamos a conocer paso a paso las claves de la apasionante biografía del capitán españolque fue considerado un semidios por el gran emperador de Tenochtitlán, Moctezuma.
La España que modeló la personalidad de Cortés
El futuro conquistador de México nació en 1485, en pleno reinado de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; la alianza de los dos reinos más poderosos de la Península cimentó las bases de una gran potencia militar y política, cuya hegemonía mundial fue incontestable hasta finales del siglo XVI.
En aquellos años, ambos reinos habían adquirido un desarrollo socioeconómico y cultural muy importante al mismo tiempo que sus ejércitos empezaban a ser muy respetados en Europa. Si Aragón se extendía en el Mediterráneo e Italia frente a Francia, Castilla luchaba por lograr una hegemonía marítima en el Atlántico frente a Portugal. En esta lucha por controlar la preciada ruta de las Indias Orientales, los Reyes Católicos patrocinaron el atrevido proyecto de Colón de llegar a la patria de las especias por el Oeste y no bordeando África como lo hacían los portugueses. Buscando las costas de Asia, Colón, el 12 de octubre de 1492, descubrió América.
Una nueva era había comenzado en la historia de España y del mundo.
¿Por qué Hernán Cortés marchó a América?
Hernán Cortés, nacido en el seno de una familia de la pequeña nobleza extremeña, era hijo del hidalgo Martín Cortés y de Catalina Pizarro, prima de Francisco pizarro, el que fuera conquistador del Imperio Inca. Como muchos de los hidalgos castellanos de la época, Cortés combinó su vocación militar con la formación en leyes, que estudió en Salamanca desde los 14 años.
Eran años en los que España se estaba embarcando en grandes aventuras militares como las guerras de Italia contra Francia o los viajes de exploración al Nuevo Mundo. Eran años de hazañas, de grandes desafíos que atraían a hidalgos como Cortés que soñaban con la gloria y con hacerse un nombre dentro de la nobleza española. Todo ello explica que Cortés y otros aventureros como él zarparan rumbo a la Isla de La Española –la que es hoy Haití y República Dominicana- en la Primavera de 1504.
Sus primeros años en el Nuevo Mundo
Durante su estancia en La Española, obtuvo el dominio de una plantación y, gracias a su formación en leyes, trabajó como funcionario de la Corona. En 1508, bajo las órdenes del gobernador Diego Velázquez, participó en la expedición de conquista de la isla de Cuba, recibiendo por sus Servicios tierras y esclavos indígenas.
La creciente importancia de Cortés en aquella colonia española le valió el ser nombrado alcalde de la recién fundada Santiago de Cuba y a fines de 1518 el ser el capitán de la tercera expedición española a la Península del Yucatán. Así, en noviembre, Cortés zarpó del puerto de Santiago de Cuba en una flota de once navíos con unos seiscientos soldados a bordo, equipados con una treintena de caballos y una decena de cañones de bronce.
Testigo del esplendor de las grandes ciudades mayas
La Centroamérica Precolombina contaba con dos civilizaciones muy desarrolladas en el momento de la llegada de Cortés: la maya y la mexica. Ambas contaban con grandes ciudades cuyo esplendor y organización sorprendieron a los expedicionarios españoles.
La primera ciudad que conoció Cortés fue la situada en la isla de Cozumel, al este del actual México, en el Caribe; en aquel tiempo era un enclave portuario y comercial privilegiado del pueblo maya, además de ser un centro de peregrinación de primer orden por albergar el principal templo de Ix Chel, diosa de la luna y de la fertilidad. Indígenas y conquistadores llegaron a un buen entendimiento, lo que aprovechó Cortés para convertir a los habitantes de Cozumel al cristianismo.
Con la segunda ciudad, Potonchán, el hidalgo extremeño no tuvo las cosas tan fáciles. Potonchán, a unos cinco kilómetros de la desembocadura del río Tabasco, era capital del cacicazgo homónimo, al mismo tiempo que puerto marítimo y fluvial, muy próspero por su comercio con los diferentes pueblos de la península de Yucatán. Era una de las ciudades mayas más importantes y pobladas, donde los restos arqueológicos evidencian que existieron en ella varias pirámides. En sus proximidades se libró la batalla de Centla, el primer combate en el que participó el caballo en América. El enfrentamiento acabó con la conquista de la ciudad por parte de las tropas españolas. Sobre sus cimientos, el 25 de marzo de 1519, Cortés fundó la villa española de Santa María de la Victoria.
Quiahuiztlán: Cortés se convierte en líder de los totonecas
Durante su estancia en Potonchán, los indígenas de Tabasco informaron a Cortés de la existencia al poniente de un reino riquísimo y poderoso, el de los pueblos mexicas: el imperio de Tenochtitlán. El hidalgo extremeño intuyó en aquel momento que se encontraba a las puertas de la gran hazaña que siempre había soñado.
Así, a comienzos de abril, la flota española partió rumbo al noroeste, desembarcando pocos días después cerca de una ciudad de uno de los pueblos mexicas más importantes, los totonacas: Quiahuiztlán. Edificada sobre una loma, sus laderas estaban fuertemente fortificadas, defendiendo un enclave que en aquel momento tenía unos 15000 habitantes.
Aprovechando la enemistad de este pueblo con el imperio de Tenochtitlán, Cortés estableció a mediados de 1519 una alianza con ellos por la que los indígenas aportarían a los españoles unos 1,300 guerreros para la campaña a cambio de que una vez acabada, seguirían siendo una nación libre. Este entendimiento favoreció en las cercanías de Quiahuiztlán la fundación de la considerada primera ciudad española en las tierras mexicanas: Villa Rica de la Veracruz.
En las tierras de la Confederación de Tlaxcala
A fines de agosto de 1519, el ejército español-totanaca llegó al territorio de la Confederación de Tlaxcala, la gran rival en aquel momento de Tenochtitlán. Frente al poder imperial de tipo unipersonal de Moctezuma, Tlaxcala era una república que aunaba cuatro señoríos gobernados por un Senado común. A pesar de todo ello, las autoridades de la Confederación se opusieron al paso de Cortés por sus tierras por lo que estalló el conflicto; tras varias batallas, Tlaxcala ofreció la paz y poco después selló una alianza con el capitán extremeño: la Confederación se había sumado al proyecto de conquista de Cortés con unos 3000 tlaxcaltecas.
Tras varias semanas de descanso, las tropas españolas-mexicas se pusieron de nuevo en marcha a la conquista de Tenochtitlán. En su ruta llegaron primero a Cholula, la ciudad más importante del imperio mexica después de su capital; sus autoridades dejaron entrar a las tropas de Cortés con la intención, según las crónicas, de hacerles una emboscada. Advertidos por algunos indígenas, Cortés ordenó el ataque que se saldó con un sangriento combate que duró unas cinco horas y en el que murieron unos cinco mil combatientes. Fue la conocida como matanza de Cholula. Tras esta victoria, Cortés estuvo en esta ciudad durante unas semanas, tras lo cual mandó incendiarla.
La joya que custodiaba el Valle de México: Tenochtitlán
A comienzos de noviembre, el conquistador extremeño llegó a las puertas de la capital del imperio mexica; Moctezuma, convencido de que, según las profecías, Cortés era el dios Quetzalcoalt que debía regresar del Este, permitió su entrada junto a sus tropas en la gigantesca ciudad de Tenochtitlán.
En aquel tiempo, Tenochtitlán era la ciudad más poblada y poderosa de los pueblos mexicas. Con una población que se calcula entre 175,000 y 200,000 personas, su centro se situaba en el islote principal del lago Texcoco. Poseía cerca de cincuenta grandes edificios, entre los que destacaban sus bellos palacios y su gran templo, conocido como Templo Mayor. Estaba cruzada por tres amplias y largas avenidas que se extendían hasta tierra firme; contaba además con canales navegables para la infinidad de canoas que los transitaban diariamente. Finalmente, para el abastecimiento de Agua dulce contaban con dos acueductos y diques que concentraban el agua dulce surtida por los ríos que desembocaban en el lago.
La Matanza del Templo Mayor y la Noche Triste
Cortés y su tropa de españoles fue alojada por Moctezuma en un palacio con todas las comodidades. Pero pronto, corrieron rumores de que los mexicas planeaban asesinarlos; este rumor, junto al ataque de los guerreros de Tenochtitlán a la recién fundada Villa Rica de Veracruz, llevó a Cortés a tomar como rehén a Moctezuma como garantía de su vida y la de sus hombres.
Pronto Cortés tuvo que abandonar la ciudad para frenar la ofensiva de las tropas del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, que buscaba encarcelar al hidalgo extremeño por haberse autodeclarado Capitán General con la potestad de crear un Ayuntamiento en Veracruz. En esta ausencia, el capitán de Cortés que permanecía en Tenochtitlán con un centenar de soldados, Pedro de Alvarado, por miedo a una emboscada como la de Cholula, perpetró la conocida como Matanza del Templo Mayor, en la que perecieron muchos indígenas, lo que provocó la indignación y la rebeldía del pueblo de Tenochtitlán.
Tras frenar la ofensiva de Velázquez y convencer a la mayoría de las tropas de éste para que lo apoyaran en su conquista de la capital mexica, Cortés el 24 de junio de 1520 entró de nuevo en Tenochtitlán, encontrándose con una ciudad totalmente hostil. Moctezuma es asesinado por su propio pueblo y los españoles intentan huir silenciosamente la noche del 30 de junio al 1 de julio por una de sus avenidas, pero al ser descubiertos, los guerreros mexicas les infligieron una dura derrota donde pereció la mayor parte de la tropa española. Fue la conocida como Noche Triste.
Cortés culmina su sueño: la conquista de Tenochtitlán
Tras la Noche Triste, Cortés rehace sus tropas españolas e indígenas derrotando a los mexicas en Otumba el 7 de julio de 1520. Esta nueva victoria cambió el sentido de la guerra: recuperado y con nuevos bríos, el capitán extremeño cercó Tenochtitlán utilizando navíos de guerra en mayo de 1521. El asedio duró 75 días, tras los cuales los guerreros mexicas fueron derrotados y condenados a la esclavitud: la gran capital de México cayó en manos de los españoles el 13 de agosto. Había acabado la gran hazaña de Cortés, que le valió el nombramiento por parte de la Corona de Castilla de Gobernador y Capitán General de los territorios del antiguo imperio mexica, que fue llamado por los colonizadores Nueva España.
En 1528 fue destituido de sus cargos, acudiendo a España para defenderse, algo que logró ya que, si bien no volvió a recuperar aquellos cargos, Carlos I le concedió en 1529 el título de Marqués del Valle de Oaxaca. Todavía Cortés volvería a México para desde allí organizar expediciones de conquista a la Baja California. Pero finalmente, en 1541 regresó de nuevo a España para lograr más apoyos de la Corona, pero finalmente se retiró a un pueblo cercano de Sevilla, Castilleja de la Cuesta, donde pasó el resto de sus días: falleció el 2 de diciembre de 1547.
Hernán Cortés perteneció a un extenso pero selecto grupo de aguerridos soldados, que en busca de la gloria y de la fama, lograron en los campos de batalla de América y de Europa, que la España del siglo XVI se convirtiera en una potencia internacional de primer orden.
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